Crónica
Cristóbal Cartes
Licenciado en Letras UC| Actor Club de Teatro
El 20 de enero del año 2018, publiqué en mi muro de Facebook una crónica personal que luego, al publicarla también en mi blog, decidí dedicársela a Paula Zúñiga, actriz y pedagoga teatral a quien admiro profundamente. Es una reflexión acerca del teatro y las emociones. Hoy la replico para la plataforma viveteatro.cl con la intención de que mi experiencia personal sea un pequeño aporte para la discusión acerca de educación y cultura en Chile:
Decidí estudiar actuación en teatro porque no lo pude evitar. En ese sentido ni siquiera fue una decisión. Fue lo que me iba a pasar inevitablemente. Sucede que pasó después de estudiar Letras, pero podría haber pasado antes o después. En un principio creí que estudiaba teatro porque las palabras guardadas en novelas, poemas, cuentos, teorías, ya no me servían, necesitaba que se volvieran acción en contexto, que se revelaran como lo que realmente son: una acción en el mundo, algo que pasa, no un significado fijo, sino una intención, un momento, un sonido, una forma siempre distinta. Ahora pienso y siento que sí, eso está bastante bien como motivo, pero no me daba cuenta que dentro de mí ya se había revelado el motivo real por el que hacía lo que hacía, es decir, el mismo motivo por el que estudié Letras era el que me llevaba a estudiar Actuación teatral. Ese motivo era la emoción. Las emociones.
Cuando leí Harry Potter por primera vez o cuando leí El mundo de Sofía como a los nueve años, yo creía que eran esas ganas de pensar, de reflexionar lo que me impulsaba a seguir haciéndolo, esas ganas de obtener magia del mundo, misterio, extrañeza; donde todo está dado como fijo e inamovible, como costumbre, yo necesitaba extrañarme. Me atraía todo el arte, las pinturas, la literatura, las esculturas, el teatro. Pero a todo eso le daba un peso racional. ¡A la magia le daba un peso racional! Solo el 2017, el último año de estudio en el Club de Teatro, después de que mi cuerpo me boicoteara golpeándome con una seguidilla de crisis de angustia, un transtorno del que aún intento salir, comprendí lo evidente (mi cuerpo estaba tratando de decírmelo). Nada de lo que he leído o hecho fue motivado por mi racionalidad, todo siempre ha estado motivado por mi emocionalidad: lo que me hizo sentir Harry Potter, lo que me hace sentir Hannah Arendt, Lipovetzky, Barthes, Marx… descubrí que todo lo que parecía racional tiene en el fondo una motivación emocional. Y tuvieron que pasar 14 años de colegio, 4 de licenciatura en Letras y 3 de Teatro, para que en un curso de dos días con Paula Zúñiga (Reconociendo las emociones), se comenzara a revelar esto, que creo no es solo una verdad para mí, es una verdad que deberían comprenderla todos por muy mesiánico que suene. Quiero decir, ¿un matemático calcula toda su vida porque razona y descubre lo que descubre que razona? ¿O porque se siente bien? ¿Un físico, un médico, un biólogo, un arquitecto o un ingeniero? Todos hacen, o deberían, hacer lo que hacen porque les gusta, y el gusto no es racional, es emocional. Pero en Chile, nunca, nunca, nunca, te inculcan un ápice de emocionalidad o sensibilidad cuando te educan. Así como SÍ te dicen cosas que parecen tan evidentes como que la bandera es blanca, azul y roja o que dos más dos son cuatro, NO te dicen que existe la rabia, la pena y el miedo y que tu compañero de al lado puede estar sintiendo eso aunque no lo demuestre. Así como te dicen que hay un sistema nervioso, no te dicen qué es lo que ese sistema nervioso te hace sentir, no te dicen realmente cómo funciona. No te dicen que existe la alegría, la ternura y el erotismo. Te cuentan que hubo guerras en el pasado, que puedes calcular una función, pero nadie te dice lo evidente, lo esencial, y ya sabemos, gracias a El Principito, que lo esencial es invisible a los ojos. Ni siquiera en la misma escuela de teatro te enseñan emociones. Esperan que uno las sepa por contexto de vida, por biografía. Pero todos estamos dañados o incompletos en algún aspecto, eso es lo que fui descubriendo en la escuela: muchos no recibieron suficiente ternura y por eso son muy tiernos, otros la recibieron pero no saben expresarla, otros tienen demasiada rabia y andan desequilibrados, otros andan con mucha pena y toman pastillas, otros están asustados, otros son demasiado intelectuales y así… Y perdón, pero eso no es porque los estudiantes de teatro están cagados, eso es porque en el teatro uno se da cuenta de lo cagado que está cada uno en la sociedad completa, porque claro, al actuar tiene que enfrentarse a las emociones falseándolas o sintiéndolas realmente, pero si no sabes falsearlas es por algo y si te cuesta sentirla también es por algo. Nos dicen, cuando nos pasan al genio de AntoninArtaud, que el actor debe ser un atleta de las emociones. Y ¿cómo chucha voy a ser un atleta si no hay ninguna clasificación racional de las emociones que me estés enseñando? Y es ahí cuando me doy cuenta que el desprecio social y total por las emociones es tanto, que ni siquiera nuestro sistema completamente racional, mecánico, capitalista y de fábrica, quiso racionalizarlas e inculcarlas, sino que decidieron dejarlas completamente de lado. Vaya mierda de mundo. Por eso nadie siente empatía por nadie y andan todos tratando de salvarse, porque ni uno mismo entiende qué le pasa cuando a la mitad de la vida cuando cree que ha estado haciendo todo bien, las emociones se van a la mierda, algo se desbloquea, y como nunca supimos expresar, qué se yo, la rabia, caemos en depresión o algo por el estilo, parecido a la locura… Entonces, lo que quiero decir, es que el teatro es hermoso, porque trata con las emociones, aun sin tratarlas directamente, y creo que es el único espacio educativo y social con el que podemos empezar a salvarnos de esto, de la falta de humanidad. Por eso es importante el teatro en el colegio, para todos, no el teatro como espectáculo o porque es arte y es cultural y blablabla, sino porque es donde se descubre la fragilidad humana, la empatía, y se abre la mirada hacia en entendimiento del otro, en lugar de la burla, la violencia o el individualismo.
Conclusión: uno cree que las emociones son lo más natural que hay, que son instintos, y sí, lo son, pero dentro de una sociedad, las emociones son políticas, ideológicas y es muy importante comprender cómo y qué emociones te están inculcando o no. Hay emociones nacionalistas, hay gente que defiende a los animales, hay gente racista, clasista u homofóbica, hay gente pacifista, hay emociones placenteras, gente que odia sin razón… Uno no decide lo que siente, lo decide primero tu cuerpo y lo ha estado decidiendo, sin que uno se diera cuenta, tu familia, tus maestros y tu sociedad.
Hacer Comentario